Cuando sanar se vuelve una urgencia (y eso también duele)
- YB
- 29 abr
- 2 Min. de lectura
A veces el deseo de “estar bien” llega con tanta fuerza que se vuelve presión. Queremos resolver rápido lo que duele, cerrar el tema, pasar la página. Y aunque ese impulso puede parecer una señal de fortaleza, muchas veces es solo otra forma de evitar lo que sentimos.
Sanar no siempre es una línea recta. Hay momentos de avance y otros de pausa. Pero cuando lo vivimos con urgencia, como si debiéramos tener todo resuelto ya, podemos terminar ignorando los ritmos reales del proceso emocional.
Esta urgencia puede tener muchas caras: la búsqueda constante de respuestas, la necesidad de entender todo de inmediato, el deseo de encontrar rápido “la causa” o “la solución”, o la frustración cuando el malestar no desaparece tan pronto como esperábamos.
Detrás de esa prisa muchas veces hay ansiedad, miedo, culpa. Y también una creencia muy instalada: que el dolor es algo que hay que eliminar cuanto antes. Pero el dolor emocional no se resuelve a la fuerza. Se atraviesa.
¿Qué hay detrás de la urgencia por sanar?
🔹 La incomodidad con el malestar: Vivimos en una cultura que premia el control y la productividad. Sentirse mal es visto casi como un problema a corregir rápido. Pero las emociones no funcionan así. No se resuelven con apuro.
🔹 El miedo a quedarse ahí para siempre: Cuando duele, tememos quedarnos estancados. Entonces queremos salir rápido, sin mirar mucho. Pero lo que no se mira, se repite. Y muchas veces, por no detenernos, terminamos atrapados en los mismos ciclos.
🔹 El deseo de recuperar una versión anterior de nosotros mismos: Como si sanar fuera volver a ser quien éramos antes del dolor. Pero muchas veces, sanar también implica cambiar. Dejar atrás. Y eso también duele.
Sanar no es una carrera. No se trata de ir rápido, sino de ir profundo. De permitir que cada parte del proceso tenga su lugar, incluso aquellas que incomodan o no tienen respuestas claras.
Si estás sintiendo esa urgencia, esa necesidad de “estar bien ya”, puede que lo que realmente necesites no sea apurarte, sino hacer una pausa. Respirar. Darte el permiso de sentir sin exigirte resolverlo todo de inmediato.
Nos vemos en sesión.
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